Hay autores que no consideran este modelo como una auténtica
estructura organizativa, sino más bien como una forma más de coordinar las
actividades y los objetivos de la organización.
Si la estructura funcional ofrece las ventajas de la
especialización y si la divisional se concentra en la obtención de los
resultados finales, se podría intentar alguna combinación de ambas para así
lograr una mejora de la eficiencia de la organización, sin caer en los elevados
costes de la segunda al estructurarse jerárquicamente en diferentes niveles
divisionales y evitando el conflicto de objetivos de la primera. Esta es la
pretensión del modelo matricial: crear dos o tres dimensiones, según los criterios
aplicados, para estructurar la dirección intermedia, bien por productos o
proyectos, bien por mercados o clientes o bien, en su caso, por funciones o
procesos.
La estructura matricial establece dos o tres fuentes de
mando sobre la «base de operaciones», con el fin de responsabilizar a los
directivos de producto, proyecto, mercado o cliente de sus objetivos y
coordinar adecuadamente los distintos aspectos del flujo de trabajo. Esto
significa que, al menos, todo empleado tiene dos o tres jefes: el gerente
funcional, de carácter jerárquico, y el gerente de producto o proyecto y,
posiblemente, el gerente de mercado o cliente, según que se esté contemplando
un modelo de dos o tres dimensiones. Un ejemplo convencional de dos dimensiones
se recoge en la figura 13. Organigrama que suele ser característico en empresas
de cierta dimensión, con sistema técnico complejo y con cierta diferenciación
entre productos, proyectos, mercados y clientes.
El mayor inconveniente de esta estructura es la confusión
que se puede producir si la dirección general no coordina y equilibra bien el
peso y papel de cada una de las dimensiones directivas. También es un modelo
propenso a la existencia de luchas de poder entre los directivos.
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